Sin lugar a dudas las experiencias que tenemos a lo largo de la vida son las que conforman nuestra persona. Cada una de esas experiencias permanece en nuestro interior y nos hace ser así, como somos. Todo depende de todo y en definitiva dependemos de nosotros mismos si somos y nos sentimos realmente libres. Únicamente hay que ir reorganizando la vida en función de lo que se quiere conseguir, así de fácil y así de difícil.
Así es como hemos llegado a educar en casa, tras las experiencias de toda una vida, experiencias buenas y malas, circunstancias que nos han hecho tomar decisiones que nos han mostrado aspectos de la vida que no hubiéramos conocido decidiendo de otro modo. Así, dependiendo de cada una de esas decisiones, pero dependiendo de nosotros mismos al elegir libremente, nos hemos encontrado con un modo de vida apasionante que hace años ni podíamos imaginar que existía.
Reorganizar la vida… visto desde fuera puede parecer una decisión fácil y alocada; los niños no van al cole y uno de los padres no trabaja ¡que familia de vagos! Los que hemos optado por esta forma de vivir sabemos que visto desde dentro es diferente, y sólo nosotros sabemos cuánto nos costó decidirnos.
Si uno de los dos padres no trabaja, es porque el otro trabaja el doble, se prescinde de un millón de cosas o un poco de todo. Mientras tanto el otro miembro de la pareja, sin más remuneración que la satisfacción de ver a su hijo crecer y aprender libre y feliz, se pasa el día leyendo, informándose sobre todos los temas del mundo, preparando material didáctico y mil cosas más sin dejar a un lado las tareas de las que no se libra nadie y sin olvidar que no hay puentes, fines de semana ni vacaciones cuando eres tu quien asume la educación integral de tus hijos. Y no me refiero a las típicas vacaciones en la playa o en la montaña para desconectar del trabajo y de la rutina, no se puede “desconectar” de los hijos cuando se educa en familia porque precisamente de eso se trata esta aventura, de estar conectados, compenetrados. ¿Vagos? Yo personalmente no descanso ni un momento.
¿Fácil? ¿Difícil? Como todo en la vida depende. Depende de las prioridades de cada familia, de lo que cada uno esté dispuesto a sacrificar. Muchas familias deciden sacrificar el tiempo de estar con sus hijos y con sus parejas para trabajar más horas, ganar más dinero y así poder tener más cosas y me parece una opción totalmente aceptable y respetable, como decía, cuestión de prioridades. Las familias que nos decantamos por esta opción precisamente lo que no queremos sacrificar es el tiempo, para nosotros el tiempo es algo irrecuperable y cada momento que nos perdemos de nuestros hijos se queda en eso, en tiempo perdido. No pretendemos estar en todo, a todas horas y a cada segundo, nuestros hijos deben tener sus momentos propios sin nosotros, pero no la mayor parte del día, como se asume en la sociedad, pienso que de esa forma la familia acaba resultando un tanto desconocida. Así que nosotros sacrificamos otros aspectos de la vida, aunque aquí, la palabra sacrificio es muy relativa, ya que no resulta demasiado difícil prescindir de cosas que son precisamente eso, prescindibles.
Hay una expresión muy extendida en la sociedad en la que yo también me quiero incluir, aunque desde otra perspectiva; “trabajo mucho para dar a mis hijos todo lo que necesitan, para que no les falte de nada…”
Yo también me siento con derecho a utilizar esta expresión a pesar de no trabajar la jornada considerada normal de 8 horas porque trabajo mucho para que mi hijo tenga lo que considero que realmente necesita y además es un trabajo complicado al dedicarme a algo que va “en contra” de la sociedad.
Trabajo 24 horas al día, 365 días al año intentando que mi hijo siga su propio ritmo y no el que se supone que debe seguir, me parece un ritmo de locos para un niño.
Trabajo para crear un ambiente lo más relajado posible en el seno de una sociedad estresante y no es algo precisamente fácil.
Parte de mi trabajo consiste a modo de ejemplo en “perder” 20 minutos del día mientras vamos por la calle a algún sitio observando como una excavadora agujerea el asfalto, en medio de una sociedad en la que no se puede perder ni un instante, en la que no se puede estar sin hacer “nada” porque el tiempo es oro.
Trabajo mucho para que se sienta respetado, la mayor parte del día escucho todo lo que me explica e intento atender a todas sus demandas, aunque a veces resulte agotador. Esto es algo que considero que hace falta en la sociedad. Los niños no son escuchados, no hay tiempo para escuchar “tonterías” y es una pena, muchos padres se sorprenderían de lo que sus hijos son capaces de explicarles.
Trabajo para que no sienta la necesidad de mentir cuando ha hecho algo mal, para que no se esconda de nosotros. Todos hacemos cosas mal y los niños tiran y rompen cosas, lloran, gritan, pintan las paredes y muchas cosas más porque de ese modo expresan sus frustraciones, lo que les hace sentir mal en cada momento. En lugar de tantos castigos ¿porque no se intenta entender que le pasa, hablar y atender las demandas? Se gasta más tiempo y energía en castigándoles y dandoles discursos que en definitiva esta comprobado que sirven de poco.
Trabajo varias horas a la semana en diferentes bibliotecas buscando información sobre los temas que le interesan en cada momento y otras cuantas horas leyendo esa información para podérsela transmitir lo mejor posible.
Trabajo al menos una hora diaria haciendo cursos acelerados por internet sobre matemáticas, ciencia, naturales, geografía, historia, jardinería, cocina, música, astronomía, etc.… (por cierto gracias a todas las familias que con su blog me permiten hacer estos cursos).
Trabajo otras tantas horas en una fábrica de material didáctico especializada en materiales reciclables, los más baratos del mercado. La maquinaria de elaboración también es bastante casera (impresora, pegamento, tijeras, celo, grapas…) pero está comprobado científicamente que da sus resultados.
Ejerzo también muchas horas diarias como psicóloga en prácticas observando las reacciones de mi hijo ante cada situación para conocerlo y poder ofrecerle lo que verdaderamente provoca en el interés y curiosidad.
Trabajo para que mi hijo no tenga miedo por las noches, para que no se sienta solo, para que nunca pierda las ganas de aprender, para que un error que en muchas situaciones como en la escuela puede ser fatal, no consiga que deje de tener iniciativa.
Trabajo para que mi hijo hable, hable, hable y se exprese, aunque diga cosas que no tienen sentido todavía. Lo que tenga que decir en tan importante como lo que yo pueda decir, así que trabajo para que se exprese y no para que se calle. Aunque también trabajo mucho para que sepa cuando y donde puede hablar más o menos.
Además trabajo de ama de casa, aunque tengo que decir que es lo que siempre dejo para el final, para cuando ya no más opción. Y al final del día trabajo también unas horas desde casa a lo que es “mi trabajo reconocido por la sociedad”.
Y aún no acaba la lista pero lo dejaré aquí para no extenderme demasiado.
De vez en cuando alguien pregunta ¿Qué haces? ¿A qué te dedicas? – Educo a mi hijo en casa, -¿no trabajas? Qué suerte, a mí también me gustaría poder permitirme eso y tener tiempo libre…y como siempre digo…todo depende de nuestra forma de entender la vida, cuestión de prioridades. Por supuesto que ante todo hay que cubrir las necesidades económicas básicas, a partir de ahí ¿Qué mejor empresa que la familia?¿que mejor remuneración que la felicidad de los tuyos? Yo trabajo mucho más de lo que la “sociedad” imagina y me encanta mi trabajo.
Sin lugar a dudas, las experiencias de la vida, nos han guiado hasta hoy y estoy más segura que nunca de que este el camino que quiero seguir, el de la felicidad de toda mi familia.
Ánimos a todas las madres (y padres) que tras vuestras experiencias y decisiones, como yo, tenéis la suerte de “no trabajar y de tener tanto tiempo libre para vosotras”
Así es como hemos llegado a educar en casa, tras las experiencias de toda una vida, experiencias buenas y malas, circunstancias que nos han hecho tomar decisiones que nos han mostrado aspectos de la vida que no hubiéramos conocido decidiendo de otro modo. Así, dependiendo de cada una de esas decisiones, pero dependiendo de nosotros mismos al elegir libremente, nos hemos encontrado con un modo de vida apasionante que hace años ni podíamos imaginar que existía.
Reorganizar la vida… visto desde fuera puede parecer una decisión fácil y alocada; los niños no van al cole y uno de los padres no trabaja ¡que familia de vagos! Los que hemos optado por esta forma de vivir sabemos que visto desde dentro es diferente, y sólo nosotros sabemos cuánto nos costó decidirnos.
Si uno de los dos padres no trabaja, es porque el otro trabaja el doble, se prescinde de un millón de cosas o un poco de todo. Mientras tanto el otro miembro de la pareja, sin más remuneración que la satisfacción de ver a su hijo crecer y aprender libre y feliz, se pasa el día leyendo, informándose sobre todos los temas del mundo, preparando material didáctico y mil cosas más sin dejar a un lado las tareas de las que no se libra nadie y sin olvidar que no hay puentes, fines de semana ni vacaciones cuando eres tu quien asume la educación integral de tus hijos. Y no me refiero a las típicas vacaciones en la playa o en la montaña para desconectar del trabajo y de la rutina, no se puede “desconectar” de los hijos cuando se educa en familia porque precisamente de eso se trata esta aventura, de estar conectados, compenetrados. ¿Vagos? Yo personalmente no descanso ni un momento.
¿Fácil? ¿Difícil? Como todo en la vida depende. Depende de las prioridades de cada familia, de lo que cada uno esté dispuesto a sacrificar. Muchas familias deciden sacrificar el tiempo de estar con sus hijos y con sus parejas para trabajar más horas, ganar más dinero y así poder tener más cosas y me parece una opción totalmente aceptable y respetable, como decía, cuestión de prioridades. Las familias que nos decantamos por esta opción precisamente lo que no queremos sacrificar es el tiempo, para nosotros el tiempo es algo irrecuperable y cada momento que nos perdemos de nuestros hijos se queda en eso, en tiempo perdido. No pretendemos estar en todo, a todas horas y a cada segundo, nuestros hijos deben tener sus momentos propios sin nosotros, pero no la mayor parte del día, como se asume en la sociedad, pienso que de esa forma la familia acaba resultando un tanto desconocida. Así que nosotros sacrificamos otros aspectos de la vida, aunque aquí, la palabra sacrificio es muy relativa, ya que no resulta demasiado difícil prescindir de cosas que son precisamente eso, prescindibles.
Hay una expresión muy extendida en la sociedad en la que yo también me quiero incluir, aunque desde otra perspectiva; “trabajo mucho para dar a mis hijos todo lo que necesitan, para que no les falte de nada…”
Yo también me siento con derecho a utilizar esta expresión a pesar de no trabajar la jornada considerada normal de 8 horas porque trabajo mucho para que mi hijo tenga lo que considero que realmente necesita y además es un trabajo complicado al dedicarme a algo que va “en contra” de la sociedad.
Trabajo 24 horas al día, 365 días al año intentando que mi hijo siga su propio ritmo y no el que se supone que debe seguir, me parece un ritmo de locos para un niño.
Trabajo para crear un ambiente lo más relajado posible en el seno de una sociedad estresante y no es algo precisamente fácil.
Parte de mi trabajo consiste a modo de ejemplo en “perder” 20 minutos del día mientras vamos por la calle a algún sitio observando como una excavadora agujerea el asfalto, en medio de una sociedad en la que no se puede perder ni un instante, en la que no se puede estar sin hacer “nada” porque el tiempo es oro.
Trabajo mucho para que se sienta respetado, la mayor parte del día escucho todo lo que me explica e intento atender a todas sus demandas, aunque a veces resulte agotador. Esto es algo que considero que hace falta en la sociedad. Los niños no son escuchados, no hay tiempo para escuchar “tonterías” y es una pena, muchos padres se sorprenderían de lo que sus hijos son capaces de explicarles.
Trabajo para que no sienta la necesidad de mentir cuando ha hecho algo mal, para que no se esconda de nosotros. Todos hacemos cosas mal y los niños tiran y rompen cosas, lloran, gritan, pintan las paredes y muchas cosas más porque de ese modo expresan sus frustraciones, lo que les hace sentir mal en cada momento. En lugar de tantos castigos ¿porque no se intenta entender que le pasa, hablar y atender las demandas? Se gasta más tiempo y energía en castigándoles y dandoles discursos que en definitiva esta comprobado que sirven de poco.
Trabajo varias horas a la semana en diferentes bibliotecas buscando información sobre los temas que le interesan en cada momento y otras cuantas horas leyendo esa información para podérsela transmitir lo mejor posible.
Trabajo al menos una hora diaria haciendo cursos acelerados por internet sobre matemáticas, ciencia, naturales, geografía, historia, jardinería, cocina, música, astronomía, etc.… (por cierto gracias a todas las familias que con su blog me permiten hacer estos cursos).
Trabajo otras tantas horas en una fábrica de material didáctico especializada en materiales reciclables, los más baratos del mercado. La maquinaria de elaboración también es bastante casera (impresora, pegamento, tijeras, celo, grapas…) pero está comprobado científicamente que da sus resultados.
Ejerzo también muchas horas diarias como psicóloga en prácticas observando las reacciones de mi hijo ante cada situación para conocerlo y poder ofrecerle lo que verdaderamente provoca en el interés y curiosidad.
Trabajo para que mi hijo no tenga miedo por las noches, para que no se sienta solo, para que nunca pierda las ganas de aprender, para que un error que en muchas situaciones como en la escuela puede ser fatal, no consiga que deje de tener iniciativa.
Trabajo para que mi hijo hable, hable, hable y se exprese, aunque diga cosas que no tienen sentido todavía. Lo que tenga que decir en tan importante como lo que yo pueda decir, así que trabajo para que se exprese y no para que se calle. Aunque también trabajo mucho para que sepa cuando y donde puede hablar más o menos.
Además trabajo de ama de casa, aunque tengo que decir que es lo que siempre dejo para el final, para cuando ya no más opción. Y al final del día trabajo también unas horas desde casa a lo que es “mi trabajo reconocido por la sociedad”.
Y aún no acaba la lista pero lo dejaré aquí para no extenderme demasiado.
De vez en cuando alguien pregunta ¿Qué haces? ¿A qué te dedicas? – Educo a mi hijo en casa, -¿no trabajas? Qué suerte, a mí también me gustaría poder permitirme eso y tener tiempo libre…y como siempre digo…todo depende de nuestra forma de entender la vida, cuestión de prioridades. Por supuesto que ante todo hay que cubrir las necesidades económicas básicas, a partir de ahí ¿Qué mejor empresa que la familia?¿que mejor remuneración que la felicidad de los tuyos? Yo trabajo mucho más de lo que la “sociedad” imagina y me encanta mi trabajo.
Sin lugar a dudas, las experiencias de la vida, nos han guiado hasta hoy y estoy más segura que nunca de que este el camino que quiero seguir, el de la felicidad de toda mi familia.
Ánimos a todas las madres (y padres) que tras vuestras experiencias y decisiones, como yo, tenéis la suerte de “no trabajar y de tener tanto tiempo libre para vosotras”
4 comentarios:
y ¿hay otro trabajo más importante en el mundo? Sin duda no.
Un besito
Hola,
he entado en mi blog para "consultar" un despiste... y lo he notado raro... y es que ustedes estaban allí.
De modo que he entrado para conocerlos. He leido varias entradas... pero que puedo decir, está me encanta. 100 % de acuerdo. Disfruten mucho de su prioridad porque es alucinante lo intensa y sublime que resulta la vida cuando uno decide como la quiere vivir.
Cariños inmensos,
Gracias Ipe. Tienes toda la razón, la vida resulta increíble de este modo, a pesar de vivir con pocos lujos es maravilloso.
Meninheira; no lo hay
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